Haciendo un repaso por las
noticias más relevantes que informan sobre la desigualdad de género me ha
llamado la atención un artículo, publicado el 8 de marzo, en el Diario de
Ávila sobre cómo la pandemia y la crisis agravan la desigualdad de género.
También destacaban los avances
en la actividad normativa en materia igualitaria y laboral sin la cual esta
desigualdad sería aún mayor. A tenor de esto me viene a la mente el reciente
Real Decreto-ley 16/2022, de 6 de septiembre, para la mejora de las
condiciones de trabajo y de Seguridad Social de las personas trabajadoras al
servicio del hogar, en el que se regula, entre otros muchos aspectos, el
que puedan tener derecho a la prestación por desempleo una vez finalizada la
relación laboral prestada.
Esta mejora viene “impulsada”
por la Sentencia del Tribunal de Justicia de la UE, de 24 de febrero de 2022,
en la que establece con rotundidad que no son compatibles con el ordenamiento
de la Unión Europea las normas de Seguridad Social que sitúen a las
trabajadoras en desventaja particular con respecto a los trabajadores y no esté
justificada por factores objetivos y ajenos a cualquier discriminación por
razón de sexo.
Todos sabemos que, en el Sistema
Especial para Empleados de Hogar (*), integrado en el Régimen
General, y al que cotizan mayoritariamente mujeres, los empleadores
no tenían la obligación de cotizar por dicha contingencia. Por lo que, aun
tratándose de una mejora aparentemente neutra, afecta mayoritariamente a
mujeres, que se mostraban en desigualdad con otros trabajadores pertenecientes
a Regímenes en los que sí se regula este derecho.
Por último, al final del
artículo, según el manifiesto de los sindicatos antes mencionados, se pone en
alerta sobre como ciertas posiciones políticas de ideología “ultraderechista y
neofascista” pueden incidir en el desarrollo por el camino hacia la igualdad
plena entre hombres y mujeres al tratarse de pensamientos negacionistas y
antifeministas que, como dice el artículo, apuestan por la eliminación de
recursos públicos destinados a remover los obstáculos que impiden hacer
efectivo el derecho a la igualdad plena y efectiva entre hombres y mujeres.
En una Europa actual, de
crispación, de crisis económica potenciada por una guerra, de valores e ideales
humanos bajo mínimos (se ve todos los días en los telediarios como los Estados
responden frente a la inmigración), es fácil que estos pensamientos afloren y
se plasmen en partidos políticos antifeministas pero con poder de decisión en los gobiernos, con el
consiguiente retroceso en el camino andado, o lo que es peor, anulación de derechos hoy reconocidos. Ojalá esto no ocurra nunca.
Para terminar, considero que
la educación, en casa y en el ámbito educativo, desde la más temprana edad, con
métodos orientados en acabar con las desigualdades de género es la mejor manera
de triunfar. Si a esto le añadimos políticas y leyes cada vez más igualitarias
en lo que atañe lo relativo a la lucha contra las desigualdades de género,
mejor que mejor.
Manuel R.
(*) Por cierto, ¿se debería llamar “para Empleados y Empleadas…”; “para Empleadas y Empleados…”; “para Empleados/as…”? En fin, algo debería mejorar en las nomenclaturas propias de la administración.
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